ENSAYO: “EL PROCESO” DE FRANZ KAFKA
LA CUESTIÓN DE VIVIR por Mª Carolina Orjuela 1101 JM
Para empezar, El Proceso, es considerada la primera novela en convertir la rama filosófica del existencialismo a la literatura, por criticar la vida humana y sus fundamentos, expresando lo difícil de la condición humana, todo por medio de un “proceso” sin sentido, que mientras sucede, consume y destruye la vida del procesado, atrapado sin salida, como la generalidad de los seres humanos en el laberinto de sus propias vidas, divididos entre la sociedad que los compra con objetos y dinero y sus propios deseos de superación personal, romántica o social.
Ahora, en la obra Kafka se encarda de criticar todo lo que creemos normal en la vida, el amor, el trabajo, el castigo propio a los crímenes cometidos, y hasta la corrupción. El amor es para el autor un simple juego de posibilidades e intereses comunes, en el que dos personas pueden encontrar cierto consuelo, o gusto particular, hasta el punto de crear un personaje femenino que se apega a todos los procesados que van ante el abogado, por tener el encanto de “ser procesados”, estas palabras reflejan una creencia que ha encontrado adeptos en arcángeles, científicos, socialistas y hasta hombres mundanos “El riesgo y sufrimiento, sacan lo mejor de nosotros”.
Durante la obra el trabajo se muestra como la faceta más influyente del personaje, se abruma por los múltiples compromisos, pero al dejarlos de lado, preocupándose por sus propios intereses descubre que su puesto en la empresa puede ser eliminado con facilidad. Tan importante es para Josef K. el personaje principal de la obra su trabajo que considera que la noticia de su arresto y el hecho de que se difunda por todo el banco tiene como objetivo “Deteriorar su imagen pública y desestabilizar su posición dentro del banco”, así que para mantenerse en su elevado puesto, se ve obligado a aceptar ciertos viajes de negocios y trabajos inútiles, llegando a trabajar hasta tarde; su preocupación por el proceso interfiere con su trabajo y llega a suceder que se cuestiona sobre si al dejar su oficina, revolverían sus cosas en busca de papeles que lo rebajaran aún más.
Ahora bien, el sistema de castigo de la obra es justo e injusto a su vez, es decir, que da un adecuado castigo al crimen cometido, pero no es aplicado siempre, sino solo en las reducidas ocasiones en las que se acusan públicamente estos crímenes, de lo contrario, aunque se sepa que existen, no se hace nada al respecto. Ya cuando se está desempeñando el adecuado castigo, no se aceptan sobornos ni se permite huir a los que están siendo azotados; según la obra se los azota en cierta parte del banco donde K. trabaja y puede llegar a oírlos sufrir, lo que demuestra que este castigo fue hecho en su totalidad para tratar de mostrar a K. un nivel de justicia inexistente, mediante un engaño coherente que lo convirtió en el culpable de aquel dolor que sufrían los castigados.
La corrupción de los sistemas políticos es quizás lo más imponente de la obra, es por eso que está en último lugar, para desarrollarla de una manera más completa. En “El Proceso” la corrupción se muestra en una red de lógicas inalterables, entre los jueces, los abogados y todo ser humano alrededor de este mundo extraño y discordante, manejando la vida de los procesados a placer, sin mostrarles más que “la punta del Iceberg”; las relaciones sociales se vuelven más importante que las leyes y el procesado cae en medio de la soledad, pues nadie le apoya ni le importa ayudarlo, pero si lo juzga y lo critica.
Así Josef K. ingresa en el complejo mundo de las relaciones de poder social y judicial, no por deseo propio, sino por una acusación injustificada en su contra, de la que no conoce nada y contra la que no puede defenderse, viéndose obligado a arrastrarse ante las personas que dicen tener el poder, las relaciones y el deseo, necesario para ayudarlo; K. se convierte en el representante de las personas que no pueden ayudarse solas por ignorar su propio caso y deben depender enteramente de aquellos que le dicen “pueden llegar a ayudarlo”, hasta que la desesperación y el deseo de deshacerse de sus problemas lo llevan a convertirse en “el perro del abogado”, dispuesto a hacer lo que pida, jurar lealtad, arrodillarse a su lado, jugar para él como si fuera un cachorro domable y dormir en la casa de este hasta ser recibido, todo a cambio de unas palabras inútiles, un “va mejor”, “hago lo que puedo”, “vamos progresando”, “ya tenemos con que jugar” o cualquier otro tipo de consuelo inútil, tal cual migajas de pan ante la mesa…
Así, tanto su abogado como Titorelli –el pintor de la corte- se benefician de su situación para conseguir dinero, vender algunas de sus cosas o tener un sustento apropiado, al tener influencias y conocimientos, que aunque pueden ayudar a K. solo le son dados a cambio de todo un sacrificio personal. A pesar de todo, le muestran las tres puertas de la libertad, que se asemejan bastante a las maneras en las que decidimos vivir: “La libertad plena, la libertad aparente y el aplazamiento”, cada una con sus propias dificultades, siendo la primera una perfecta pero imposible libertad, el sueño utópico de todo ser humano, la segunda una existencia cíclica y predecible, en la que podemos adelantarnos a eventos futuros, preocupándonos constantemente por cuánto durara cada ciclo, y finalmente, la tercera es un proceso de tiempo y paciencia para mantenerse en un estado mínimo de desarrollo, sin llegar a un final ya sea satisfactorio o desfavorable, yendo a la deriva sin obtener nada.
Ahora bien, K. se somete a ellos, porque para él, el Proceso que lo condena está tan oculto que se vuelve inaccesible e inalcanzable, pero tan real como para acabar con su credibilidad entre sus conocidos y su reputación en el banco. Kafka sin duda, lleva el planteamiento Filosófico de Blaise Pascal en que “la existencia humana es un juego de posibilidades que no nos son accesibles” hasta un punto crítico en el que el protagonista, tras vislumbrar todo el complejo sistema de posibilidades que le puede dar la liberación, siéndole imposible alcanzar ninguna, tanto por ignorancia como por su antagonismo con los pocos que podrían ayudarle, se imagina a sí mismo como “las moscas que se arrancan las patas para escapar del papel encolado” mientras contempla el final del proceso en un par de verdugos “brutos y torpes” que se pasan entre ellos, como un cuchillo, la obligación de matarlo, sin que él pudiera “aceptar la tarea, reemplazando a las autoridades en sus deberes” con la finalidad de acabar su vida y con ella, la desesperación de esperar su muerta sin que esta se ocupe de él.
El proceso dura toda una vida; una vida humana, en la que se muestran todas las facetas de la misma, sin que se alcance a terminar para esta, su terrible condena, así como en el relato “Ante la Ley”, el hombre pierde la vida esperando a que le permitieran entrar a la Ley, cuando él era el único capaz de hacerlo. Este letal juego entre la ley del poder y los humanos atrapados por esta, es una caricaturización oscura y sádica de la vida de todos los seres humanos que alcanzan a ver las posibilidades de su propia liberación y de su trascendencia, pero terminan muertas observando las fuerzas que podrían haberlos salvado, condenándoles a un espacio reducido, como una prisión de rocas húmedas y frías, con un cuchillo atravesando su corazón, desangrando sus esperanzas.
K. ha sido atrapado desde el principio de la obra, sin poder escapar con un suicidio, no solo por “carecer de sentido” sino por mantener, incluso en contradicción con sus propias palabras, algo de esperanza y anhelo de liberación, igual a la de todo ser humano, la única diferencia es que esta esperanza solo le da más temor a la muerte, destruye sus nervios y su fría racionalidad, hasta que no encuentra coherencia en nada. Todo quien haya leído la obra, ha sentido esa misma desesperanza, ese corte en la respiración cada vez que se hace notoria la imposibilidad de luchar por su liberación, y en algún punto una identificación con el personaje principal; nos sentimos atrapados como él, entre la trascendencia y la nada, entre la totalidad de todo deseo humano y la pesadilla más atemorizante que hayamos tenido.
Y finalmente, a pesar de que en la historia la muerte prevalece, la falta de ayuda es apremiante y finalmente la destrucción del alma se hace posible y tangible, más que buscar que perdamos la fe en la vida, Kafka, quizás consciente, quizás inconsciente, logra renacer nuestra esperanza y nuestro deseo de trascendencia; muestra el filo de la oscuridad, el borde casi invisible entre la muerte y la vida para que salgamos de allí y logremos lo que él mismo creyó no podría lograr; esa esperanza inagotable de la trascendencia, para que años después aún nos recuerden; la marca de los lugares por los que pasamos, de lo que pensamos y de lo que quisimos. Todas las personas sueñan con el heroísmo, con que el día que mueran, miles de personas se congreguen en su nombre y esa es precisamente la trascendencia, la contraparte de la nada y la desesperanza, pero incluso sin llegar a esta, podemos ser felices… En síntesis, la cuestión de la obra y de la vida misma, es pasar cada momento como si fuera único y que así, incluso si no llegamos a trascender en el tiempo, haya valido la pena el vivir.
María Carolina Orjuela Castillo
sábado, 3 de abril de 2010
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